Tal vez el bichito de la libertad merodeó por primera vez los corazones en 1806 y en 1807, cuando el pueblo de Buenos Aires se unió para expulsar al invasor inglés. Fue como probarse que se podía sacudir el yugo del conquistador y que era posible lanzarse en busca de la voz propia.
Transcurrieron poco más de dos años, hasta llegar a aquellos siete días que cambiaron el rumbo de la historia. Aquel viernes 18 de mayo de 1810, el desacreditado virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros publicó un bando en el que le pedía al pueblo que se mantuviera fiel a España, que había sido invadida por los franceses. El 19, los criollos solicitaron a las autoridades que se les permitieran efectuar un Cabildo Abierto para analizar la situación. El domingo 20, Cisneros recibió a funcionarios del Cabildo, jefes militares y criollos, con quienes trata la convocatoria del Cabildo Abierto. El virrey tomó conciencia de que ya no contaba con el apoyo de las fuerzas militares. El 21, el Cabildo invitó a los principales vecinos a reunirse el día 22 en Cabildo Abierto. No cualquier persona podía participar del Cabildo Abierto. Los vecinos debían cumplir una serie de requisitos para ser considerados tales. Se debía poseer una casa poblada, armas y caballo y su residencia debía datar de una serie de años, sin ausencias. Contaban con franquicias y permisos comerciales y del sistema de encomiendas, pudiendo desempeñar cargos en el Cabildo. A la sesión concurrieron militares, marinos, alcaldes de barrio, clérigos, abogados, escribanos, médicos, miembros de la audiencia, del Consulado, funcionarios, comerciantes, vecinos y personas sin calificación. El martes 22, después de largas discusiones, se decidió que el virrey cesara en el mando. El 23, el Cabildo formó una Junta de Gobierno con Cisneros como presidente. El jueves 24, como consecuencia de la indignación del pueblo, renunciaron los miembros de la Junta. El viernes 25, los criollos se constituyeron en la Plaza Mayor (actual Plaza de Mayo) en busca de novedades. Se eligió una nueva Junta de gobierno, conocida como el primer gobierno patrio, que no cortó amarras con la Madre Patria porque se consideró heredera y no enemiga de España. La integraban Cornelio Saavedra (como presidente); Mariano Moreno y Juan José Paso (como secretarios) y Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matheu y Juan Larrea (como vocales).
La Revolución de Mayo fue el puntapié inicial para lograr la libertad y del nacimiento de la Argentina, que se concretaría en la Casa Histórica de Tucumán el 9 de julio de 1816. "El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien; él debe aspirar a que nunca puedan obrar mal. Seremos respetables a las naciones extranjeras, no por riquezas, que excitarán su codicia; no por el número de tropas, que en muchos años no podrán igualar las de Europa; lo seremos solamente cuando renazcan en nosotros las virtudes de un pueblo sobrio y laborioso", escribió Mariano Moreno.
Desde aquel lluvioso viernes de mayo, han pasado 201 años y el país sigue en construcción envuelto aún en antinomias crónicas que generan división y traban a menudo su evolución. La falta de diálogo en la clase dirigente -gobernantes y opositores- que obra por reacción contra los sectores que tienen ideas diferentes, descalificándose y anulándose mutuamente, reflejan un preocupante estado de inmadurez.
"Me hierve la sangre, al observar tanto obstáculo, tantas dificultades que se vencerían rápidamente si hubiera un poco de interés por la patria", dijo Manuel Belgrano. Los hombres de Mayo demostraron que con convicción, compromiso, hambre de libertad, amor por esta tierra y con unión por una causa común, todo es posible. Luego de dos centenarios, se debería aprender la lección.